
Por Olga Lucía Zipa Patiño, docente de investigación de la Facultad de Diseño, Comunicación y Bellas Artes, Fundación Universitaria del Área Andina
Fundamentalmente el ser humano se reconoce así mismo gracias a la interacción que realiza su cuerpo en la sociedad, por medio de su singularidad, identidad y dependencia Reconocer abiertamente las desigualdades que se presentan en la actualidad, es también una oportunidad para repensarnos como humanidad y con una actitud reflexiva, cuestionarnos sobre ¿cómo estamos contribuyendo a mejorar la calidad de vida y la integración de las personas que históricamente han sido excluidas en sociedad?
Para ello es importante activar en todos una cultura y capacidad de empatía que permita poner nuestra creatividad al servicio y generación de ideas de valor que aporten a las personas sin distinción de raza, género, capacidad diferenciada o corporeidad, así como establecer un enfoque inclusivo que permita acercarse a las frustraciones de las personas, con productos y servicios prácticos, atractivos y adaptables, haciéndolos participes de la creación a partir de su propia experiencia.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud en su más reciente informe, una de cada seis personas en todo el mundo tiene alguna discapacidad, cifra que seguirá aumentando conforme envejezca la población, por lo que es fundamental desarrollar estrategias para entornos totalmente accesibles.
Al respecto, la compañía global de información y tendencias WGSN en su informe hacia el consumidor del 2025, plantea habilidades flexibles para que las empresas y marcas desarrollen estrategias que permitan tomar mejores decisiones en el diseño de productos en función de la inclusión, la facilidad de uso y la conveniencia para crear valor a futuro, en la que se resaltan varias ideas centrales.
Una talla (y un sentimiento) ya no servirán para todos, las marcas deberán orientar sus productos a las personas; el cuidado, la amabilidad y el altruismo se convertirán en las métricas con las que los consumidores juzgarán una marca. Por ejemplo, las mujeres de talla grande exigen una oferta comercial de moda audaz libre de los estereotipos.
Por otro lado, crear un ecosistema de valores funcionales que respalden la marca teniendo en cuenta la constante evolución de la población, mantener un progreso sostenido con productos que se complementen entre sí con innovación en su funcionalidad, versatilidad y aspecto.
De igual manera, aprovechar las herramientas tecnológicas desde la realidad aumentada a la realidad asistida en el entorno del retail, la tienda física y online para generar experiencias significativas, el progreso sostenido y en los cambios a largo plazo.
Por último y no menos importante, inspirar a actuar para proponer productos transculturales que tengan en cuenta las identidades globales y que reflejan una diversidad más amplia de consumidores con experiencias y tradiciones culturales progresistas.
Siendo así, el entendimiento inclusivo se produce con la investigación sobre las dinámicas culturales y cómo aprendemos a reconocernos como un todo, buscando un equilibrio entre el cuidado personal y el cuidado de los demás.