
Jairo Ruiz Clavijo
Eran las perdidas aldeas de la costa colombiana, al sur de Santa Marta, un callejón de polvo entre el río y el cementerio, un bostezo entre dos sueños, cuando el tren amarillo de la United Fruit Company llegó desde la mar, tosiendo humo, atravesó los pantanos y se abrió paso en la selva, para emerger fulgurante silbando que la Edad del Banano había nacido.
Entonces, toda la comarca despertó convertida en una extensa plantación: Ciénaga, Aracataca y Fundación tuvieron telégrafo y correo y nuevas calles con billares y burdeles; y por millares acudían los campesinos, y se hacían obreros.
Durante años esos obreros fueron obedientes y baratos y machetearon malezas y racimos a menos de un dólar por día, y aceptaron vivir en inmundos barrancones y morir de paludismo o tuberculosis.
Después, formaron sindicato….
(Eduardo Galeano, Memoria del fuego, págs.88 a 90)